Los principios básicos de la Agilidad, proporcionan los mejores resultados en escenarios donde existe gran incertidumbre e incógnitas que deben ir despejándose durante el proyecto, en los que al principio, es imposible obtener todos los requisitos del cliente o éstos no son estables y en aquellos en los que los costos de realizar cambios durante el desarrollo del proyecto no es prohibitivo.
Pese a que estas metodologías tienen sus orígenes en los proyectos de software, cada vez son más los sectores y las áreas que lo aplican, ofreciendo una cantidad de ventajas que benefician tanto a la propia empresa, como al cliente; y es que la Agilidad surge para adaptarse a las organizaciones más innovadoras.
Las metodologías ágiles entonces, no se limitan a proyectos tecnológicos, sino que se puede aplicar en cualquier ámbito o sector donde se produzcan cambios de forma frecuente.
Esto sucede en proyectos muy innovadores, en entornos muy fluidos, o en proyectos en los que el cliente no está muy familiarizado. Es decir, en proyectos en los que habrá mucha incertidumbre.
Además, las metodologías ágiles se adaptan de forma óptima a ámbitos con enfoques más progresivos e iterativos como son el marketing, las ventas, la mejora de procesos, la organización y el cambio estratégico, la investigación más básica o el desarrollo de tecnologías.
Son ámbitos en los que el éxito del proyecto depende de la capacidad de adaptación.